Es curioso cómo cada persona, sea por el motivo que sea, al acceder por la puerta principal, lo primero que hace es detenerse frente a la pared de las orlas y tomarse unos minutos para recorrerla con la vista. Como si se tratara del juego de Buscando a Wally, intentan localizarse. Si no son ellos quienes han formado parte de la escuela, siempre, siempre, hay un familiar o amigo que lo ha hecho.
Cada una de esas imágenes cuenta una historia, no solo de éxitos profesionales, sino también personales. Historias como la de hijos e hijas que siguen los pasos de sus antecesores y vuelven a sentarse en las mismas aulas incluso después de casi 40 años; familias que se han formado gracias a la coincidencia de compartir horas y horas de estudio en la biblioteca; personas que han regresado de otras partes del mundo y siguen teniendo como referente la escuela, para volver a sentirse como en casa. Y, sobre todo, historias de amistades que perduran en el tiempo. Lazos que unen a personas que recuerdan una etapa de sus vidas llena de esfuerzo y compromiso, de ilusión y expectativas, con el objetivo de mejorar como profesionales y, sin quererlo, como personas.
Se podrían contar miles de historias, porque son, efectivamente, 40 años y más de 2.000 personas que forman parte de la primera Escuela de Negocios de Canarias, ahora CIBS (antes conocida como MBA). Sin embargo, hablaré de mi historia y de la fortuna de ser parte de muchas de ellas, desde distintas perspectivas: como parte del equipo, pero también como alumni.
Recuerdo ser mucho más joven y escuchar a personas de mi entorno hacer referencia a la MBA (y no, no la NBA). Familiares vinculados con la institución de un modo u otro, muchos amigos y conocidos cursaron la carrera internacional, teniendo la suerte de terminar el último curso en el extranjero y vivir la experiencia de estudiar y trabajar fuera.
Recuerdo el día que me citaron para la entrevista. Coincidía con una jornada sobre habilidades y coaching empresarial. Era por la tarde, y se respiraba un ambiente de conocimiento, aprendizaje y relaciones. Fue la clave para decidir que era el lugar adecuado para crecer como profesional.
No me equivoqué.
He tenido la suerte de vivir la internacionalización de la escuela, apostando por el programa Bachelor Degree in Business Administration 100% en inglés y, así, formar a los jóvenes de Canarias y del resto del mundo. Además, he participado en los programas International Executive, diseñados para que directivos y empresarios de todas partes del mundo disfruten de nuestras islas mientras refuerzan habilidades y herramientas necesarias para el logro de sus objetivos.
He tenido la suerte de relacionarme con todos los sectores de la red empresarial de Canarias, porque, como escuela de negocios, nuestro compromiso es estar cerca de las organizaciones privadas para conocer de primera mano las necesidades del entorno y poder llevarlas al aula.
He tenido la suerte de aprender de los mejores: un claustro compuesto por profesionales y expertos cuya generosidad se materializa en su vocación por compartir conocimiento, tanto dentro como fuera del aula.
He tenido la suerte de realizar un MBA y vivir la experiencia en primera persona, formando parte de un grupo de personas totalmente diferentes, profesionales de distintos sectores, pero con una cosa en común: las ganas de superación, la motivación por mejorar en el día a día, el objetivo de avanzar en nuestras carreras y la necesidad de tomar decisiones tanto profesionales como personales de manera segura.
Y, tras todos estos años, me doy cuenta de que lo más valioso no son solo los logros académicos o las oportunidades profesionales que la escuela ha facilitado, sino las personas. Personas que comparten un sueño común: crecer, avanzar y contribuir al desarrollo de nuestras empresas, nuestras islas y nuestra sociedad.
Por todo ello, agradezco a todas las personas que han formado parte de esta institución: fundadores, patronato, directores, coordinadores académicos, de proyectos, responsables de comunicación, admisiones, colaboradores, docentes y alumni. Gracias por ser parte de una gran familia con un fuerte sentimiento de pertenencia y valores compartidos: solidaridad, ética empresarial y trabajo en equipo.
Cuarenta años no son solo una cifra redonda. Son una celebración de historias que nos inspiran, aprendizajes que nos transforman y un futuro lleno de oportunidades para seguir construyendo juntos.
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María Eugenia Castillo Doreste
Directora Académica